[+18] Hermanastros

—¡Bárbara! Deja ese móvil y ayúdame a poner la mesa, ¿quieres? Enfadada, levanté los brazos en señal de rendición mientras soltaba algunos insultos en voz baja. Mamá prácticamente me fulminó con la mirada mientras se limpiaba las manos con uno de esos paños de cocina. —¡Quita esa cara, por el amor de Dios! —sonreí, como un canalla, al fin y al cabo, nada podía ser peor de lo que era. Mamá suspiró como una colegiala enamorada, básicamente ignorando todo rastro de mi presencia en el lugar. —Quiero que todo sea realmente perfecto...— sonrió, mientras yo resoplaba, apagando la llama de amor que se había formado en el ambiente. Mi madre llevaba semanas organizando una "cena de presentación". Planeaba presentarme a su nueva pareja, aunque yo rechazaba rotundamente el plan cada vez que salía el tema. Ella había estado saliendo con este tío durante un año y medio... Me había dicho su nombre, pero con las prisas del instituto y los deberes lo había olvidado por completo. Era algo así como el nombre de algún gilipollas de la biblia... ¿Jesús? ¿Joseph?, ¡Joder!, ¿algo más complejo?... ¡Rubén! Mi memoria de pez todavía me permite recordar esto, ¡Es genial! No vaya a ser que ahora mamá quiera pegarme una hostia. Mamá estaba más que nerviosa y emocionada. Realmente quería causar una buena impresión. Desde que comenzó la tarde había estado trabajando en la cena. Cuando me vio comer una magdalena, no pudo evitar observarme con esa mirada acusadora... Hasta ahí llegó mi mala suerte. Sabía que me había metido en un buen lío. Cómo sentirme era el delirio. Es decir, no quería un padrastro, pero en el fondo pensaba en mi madre…. Ella no había salido con nadie desde que murió mi padre, cuando yo tenía unos 6 años. A veces, me daba cuenta de lo mucho que mi madre echaba de menos a mi padre. Ahora, mamá era feliz y yo no podía evitar contagiarme de esa felicidad. Yo estaba abierta a las posibilidades, siempre y cuando mi vida siguiera siendo la misma de siempre…. —¡Aquí tienes! —Mamá dejó las magdalenas sobre la mesa. Se quitó los guantes de cocina con una sonrisa radiante, cuando sonó el timbre. Resoplando, puse los ojos en blanco y me tiré al sofá del salón de un salto. La voz aguda de mi madre llegó a mis oídos. Mamá sonrió de oreja a oreja. En la puerta, había un hombre que le sonreía de la misma manera, y que pude deducir que era el mismísimo Rubén… Escuché algo que realmente llamó mi atención, y ese algo... sacó a mi madre de su burbuja de cotilleo. Mamá sonrió amablemente—Oh, hola, Hades. —fruncí el ceño. Nombre estúpido. Me recuerda a un tío que está en clase conmigo, es insoportable. Para mí, como una astilla enterrada en el culo. Solo está ahí para cansarte. —Pasa... estás en tu casa. Mi ceño se frunció. El mensaje de mi mejor amigo iluminaba la pantalla de mi móvil. Aarón es todo un caso perdido. "¿Cuándo nos veremos, tía...?" "Cuando la bruja se digne a dejarme salir de esta horrible cena. No esperes que salga viva de aquí." Mamá me fulminó con la mirada al ver mis Converse sobre el sofá. Recobré la compostura cuando siguió hurgando en mí de mala manera. Esperaba más que sentarme bien. Me arrastré a la cocina. Y lo vi. Sentí como si hubiera dejado de respirar por un momento. Hades Moore, mi verdadera pesadilla en carne y hueso, estaba frente a mí. Es el tío chico con esa cara de hostia, parece que se ha olido un culo. Un "chico malo", aunque yo lo llamaría promiscuo. No entiendo cómo las chicas del instituto le adoran, porque sí, por desgracia para mí, asistimos al instituto. Hades esta en la universidad, mientras yo aun curso el penúltimo año de bachillerato. En el instituto conocen a Hades por su "popularidad", yo lo conozco por ser un gilipollas. Es el quarterback del equipo de fútbol. Tiene una reputación con las tías... se las carga. Cada una con no menos dignidad que la otra. Hades se acomoda el pelo y centro mi atención en él. Sus ojos azules se posan en los míos. Me mira de arriba abajo, intrigado. Wow... me imaginaba que solo era un gilipollas arrogante. Estaba claro que él no esperaba que yo apareciese. Yo tampoco esperaba que se presentara en mi casa. De haberlo visto antes, le habría dado una patada en el culo que lo regresara a Barcelona. Le tengo una rabia… vamos, que prefiero enrollarme con el primer tío que me pase de frente antes que tener que estar cerca de él. Hades es ese típico tío que cree que todas las tías van detrás de él, que les moja las bragas solo por existir, y si no lo haces, es porque seguramente eres marimacha. Yo no soy lesbiana, solo tengo un poco de neuronas. Entonces sucedió, mi madre me pellizcó la espalda, sacándome por completo de mi trance. Jadié. —Hey... —asentí con la cabeza suelta a Rubén. Mamá me golpeó con el codo. Refunfuñé. Me estaba obligando a darle un abrazo a Rubén, pero ambos parecían felices por ello. —¡Oh! —Rubén se agarró la cabeza en un simulacro de drama, lo que me desconcertó. Mamá, es igual de carismática, qué horrenda coincidencia. —Bárbara, este es mi hijo, Hades. —Asentí. Nadie me había dicho nada al respecto, pero fingí no indignarme. Joder... el lío que le armaré a mamá cuando estemos a solas… Hades se limitó a mirarme, desinteresado. Entró a casa, sin más, como si no fuera la primera vez que entraba en mi casa. —¡Qué guay, un tío de mucho carisma! No tuve cuidado de ocultar el sarcasmo en mi voz. Mamá me fulminó con la mirada mientras servía la cena. Rubén simplemente soltó una carcajada. Volví a la sala de estar. Pronto, me di cuenta de lo que estaba pasando. Había olvidado por completo que mi móvil se había caído al suelo. Hades lo sostenía en sus manos con una sonrisa de…. ¡Canalla! Con los labios apretados, hice el amago de arrebatarle el móvil cuando él levantó la mano, robándomelo de las manos con impaciencia. El muy macarra se aprovecha sabiéndose que es más grande que yo. Puse los ojos en blanco. Ni de coña iba a caer en su juego, así que me limité a cruzar los brazos sobre el pecho, disgustada. —Me cago en tus muertos... —murmuré de mala gana. —¿Qué has dicho? No te he oído, lo siento. —Hades hizo un mohín, burlón. Eso me hizo refunfuñar. —Eres un coñazo. —Lo sé, preciosa. No sé qué me deja más sin aliento. ¿Qué Hades pueda ser mas egocentrico o que…? ¿Acabé de llamarme preciosa? Lo vi acercarse a paso tranquilo y amenazador, dándome tiempo para escapar. Tiempo que, evidentemente, desperdicié. Le observé atentamente. Se mordió sutilmente el labio inferior y no pude evitar tragar en seco. Retrocedí, cobarde, hasta quedarme sin salida entre el tronco de su corpulento cuerpo y la pared, mientras sus pasos seguían mi torpe paso. Mi pecho subía y bajaba de golpe mientras tenía a Hades a escasos centímetros de mi cara, mirándome con semblante adusto. Su olor golpeó mis fosas nasales y me descolocó por completo. —Es una chorrada que ahora seas mi hermanita, porque te follaría sin duda. —Oírle murmurar esa frase en mi oído, me desorienta. El muy canalla me guiña el ojo. Se me arruga la frente. Empujó el cuerpo de Hades con todas mis fuerzas. Es un guarro. Con una cara de culo, le mostré el dedo corazón. Puse los ojos en blanco. Él me mostró su dedo corazón, pero añadiendo su dedo índice a un lado del otro, en un movimiento ascendente, simulando… Joder, penetración. —¡Chicos, a cenar! —exclamó mamá desde la cocina. Noté como Hades sonreía arrogante, mientras me observaba por el rabillo del ojo. Esta iba a ser una cena bastante… interesante.